El Anarcosindicalismo y la Acción Social

EL ANARCOSINDICALISMO Y LA ACCIÓN SOCIAL

1. Hipótesis preliminares
En este ensayo partimos de una doble hipótesis: 1, la organización en cuanto tal fortalece a la clase trabajadora frente al poder privado del dinero; 2, esa organización o es integral o es incompleta,… El anarcosindicalismo es esa organización integral, fundada en la democracia obrera o directa y en el federalismo.
De otro modo, la organización queda bajo el poder autoritario de intelectuales o profesionales. Y, de no existir una completa conciencia social, lo que ocurre excepcionalmente una vez consolidado el régimen de la plutocracia, los dirigentes sindicales adquieren poder y privilegio aliándose con plutócratas y burocracias de Estado.
Confirmemos esas hipótesis con una confesión de parte. Veamos el análisis del profesor honorario de sociología, y burócrata sindical, Antonio Antón, de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro del Consejo Confederal de CCOO (1996-2004), del Patronato de la Fundación Sindical de Estudios (2000-2009), del Observatorio Social de la Educación, de la Fundación 1º de mayo (desde su constitución en 2009), todas de CCOO, y del Consejo Económico y Social de la Comunidad Autónoma de Madrid por CCOO.
Según él, en un trabajo de 2009, “aparecen… (estas) dinámicas internas: 1) ampliación y apropiación por las élites de gran parte del poder de la organización: recursos, influencia, valores simbólicos; 2) progresiva centralización del poder… “. El poder de los burócratas sindicales procede “1) del interior, de la base sindical, sobre todo, de la estructura intermedia, o 2) del exterior, de la capacidad de disponer de recursos y apoyo de las instancias empresariales e institucionales.”
“Así, los sindicatos para defenderse de la subordinación de los poderes económicos y políticos tienen dos opciones; 1) “afirmarse en su identificación con las bases sindicales… sobre todo de la estructura intermedia”, de delegados, comités, mandatarios de las federaciones de ramo 2) aceptar esa dependencia (¡sic!). 
Conclusión: la burocracia se apoya en los recursos de “las instancias empresariales e institucionales”, para afianzar su dominio sobre las bases. Y esa dependencia impide la reacción de la afiliación y de la clase trabajadora, inerme ante la ofensiva del proyecto neoliberal de la élite plutócrata (los ricos y la cúpula burocrática de las grandes concentraciones de poder económico como son las grandes empresas) y de sus aliados políticos.
No es tan sólo la dinámica élite/masas –de Pareto, Michels, Mosca-, sino especialmente cómo esa dinámica aprovecha al proyecto de poder del dinero y a sus instituciones políticas. 
2. Anarcosindicalismo y organización integral de los trabajadores, el Congreso de Sants de 1918
El anarcosindicalismo presupone, pues, una organización integral. Ésta es una afirmación tan certera como polémica. No se trata de abandonar el sindicalismo como en la “organización integral de clase” de los años 70/80. Sino que, en el modelo de sindicatos únicos, del Congreso de Sants, los sindicatos se ocupan de la integridad de lo que afecta o interesa a los trabajadores.
Salvador Seguí y los promotores del Congreso tenían como experiencia de la eficacia del Sindicato Único la huelga de 17 semanas, entre 1916 y 1917, realizada por los ebanistas. Con el apoyo de los carpinteros, a pesar de la detención de los militantes del oficio y el agotamiento de sus recursos, ganaron la huelga.
Seguí, en la clausura, lo explica. “El problema (social) –dijo- es tan difícil que ni siquiera nosotros, en este momento, podríamos resolverlo si pusieran en nuestras manos la responsabilidad,… (pero) La trascendencia del Congreso radica en que nos da la posibilidad de llevar nuestras organizaciones al máximum… Para ello no tenemos más que poner en práctica las pautas de organización que nos ha trazado…” Dichas pautas demostraron su eficacia de inmediato, en la famosa huelga de la Canadiense, pionera en el mundo en alcanzar las 8 horas y es el origen de la hegemonía sindical de CNT en Catalunya.
El modelo hace efectiva la democracia cara-a-cara. Pues los sindicatos únicos, que las federaciones locales coordinan, permiten a los trabajadores ocuparse directamente de todos sus asuntos. El Congreso de Catalunya fundó así la organización integral y confirmó el rechazo a la representación por partidos y políticos profesionales, en o fuera de los sindicatos. La división Sindicato/Partido  de la tradición socialdemócrata/comunista quedaba descartada. Las personas trabajadoras se ocupan, sin delegación, de sus sindicatos, por medio de la democracia directa, y de sus programas reivindicativos y de cambio social, con la acción directa. Las responsabilidades las desarrollan sindicalistas que trabajan con sus manos, en su aplastante mayoría, lo que evita la profesionalización.
El rechazo de la política y la profesionalización se reafirmó con ocasión de la “asamblea de parlamentarios”, de 19 de julio de 1917. Durante ese acontecimiento, sindicalistas, como Seguí, Pestaña, Valero y Miranda se entrevistaron con, entre otros, el parlamentario Pablo Iglesias. Éste desbordado por el dinamismo de aquéllos, “extrañándole la rapidez con la que obrábamos y lo expeditivo de nuestros procedimientos”, acabó por decir exasperado, “ustedes los obreros manuales lo ven así, pero nosotros, los intelectuales, lo vemos de manera diferente”. Ángel Pestaña, “Lo que aprendí en la vida”, p. 62 y 63, cita en internet Manuel Lladonosa, “el Congrès de Sants”, documents a la Recerca, Editorial Nova Terra, col. Síntesi, 1ª ed. 04/75, p. 37, 38, 
La asamblea de parlamentarios decepcionó tan profundamente a los “obreros manuales” de la organización catalana, que el 1 de agosto de 1917, en la primera plana del CNT, del editorial “en nuestro puesto”, destacan las palabras “Refugiaos en el sindicato; por todo y para todo, el sindicato… el arma que nos dará el triunfo. Fuera, muy lejos,… de la política en que, por cada hombre honrado,… hay cien truhanes… La plutocracia tiene… el oro… Contra ella todas nuestras energías son pocas, pero… los sindicatos las multiplican… refugiaos en el sindicato.”
El Congreso de Sants, de 28 de junio a 1 de julio de 1918, centralizó el comité pro-presos y encargó a cada sindicato el impulso de escuelas racionalistas, y, a pesar de que el mutualismo y el cooperativismo eran propios del antiguo modelo de gremios y oficios, los sindicatos únicos profundizaron su relación con ellos. Los sindicatos se convirtieron así en canal de expresión de todo tipo de reivindicaciones, contra el paro, el aumento de alquileres, o la carestía de la vida. Por supuesto, los ateneos libertarios acompañaron a la confederación. La estructura de barrios (de pescadores, de campesinos, de obreros textiles, de trabajadores/as de toda condición) se confundía con los sindicatos. Sindicatos Únicos y Federación Local, encajaron las piezas de una estructura integral, cuya base era la conciencia de la clase trabajadora.
En efecto, para ésta, su trabajo formaba la base de su escala de valores. La solidaridad entre sí y con los sectores oprimidos, en todos los aspectos, fue la culminación de esa escala.
La finalidad era capacitar a la clase trabajadora, con la teoría y la práctica constructiva, en la confianza de que serviría para acabar con la situación, tan desesperada como violenta, que imponía el régimen. Seguí, sobre la represión de 1917, respondía “Estemos preparados más que con las armas homicidas con las de la inteligencia y del saber” (Solidaridad Obrera, 26 de octubre de 1917, Manuel Lladonosa, página 42). Tierra y Libertad dirá sobre el Congreso de Sants, aclarando el carácter integral de la organización, “Aunque el Congreso se dedique con preferencia a problemas económicos, para que su tarea sea completa, ha de discutir también… problemas de orden moral… educativo… intelectuales, (pues) Cuando el proletariado… haya elevado sus concepciones intelectuales y morales, estará próxima la hora en que pueda imponer sus principios… porque todos los problemas, en síntesis, son el problema social. Ninguno de sus aspectos tendrá solución en tanto se resuelvan todos” (op.cit. página 89).
Los esquemas organizativos, proyectados en el Congreso de Sants, para la confederación catalana, se impusieron en toda la organización. Así en el siguiente Congreso de la CNT, el del Teatro de la Comedia de 1919, dirá un delegado, “Hoy la Organización, sobre todo la de Barcelona, ha demostrado que se pueden resolver todas las cuestiones, absolutamente todas, no las que nos afectan sólo como trabajadores, sino también como ciudadanos, desde el seno de las organizaciones” (folleto “Congresos anarcosindicalistas en España”, 1870/1936, Ediciones CNT, Toulouse/París, página 69).
Así, pues, en Catalunya (y, progresivamente, en Andalucía, Galicia, País Valenciano-Murcia, Aragón,…) los sindicatos participaban de los movimientos sociales y los movimientos sociales de los sindicatos. No sería exagerado decir que los sindicatos eran los movimientos sociales y, en Catalunya, y otras zonas de especial implantación, los sindicatos estuvieron pronto casi en exclusiva, en la CNT.
3. El anarcosindicalismo en la transición: aquellos polvos y estos lodos
Desde 1939 el régimen franquista se concentró en el genocidio contra las raíces populares de oposición a los poderes tradicionales, en especial del anarcosindicalismo. Por ser las ideas más extendidas y la contraimagen de las élites y del régimen.
Pese a todo, la organización se mantuvo hasta principios de los 50 con una vocación de oposición antifranquista. Pero avanzada esa década, y durante los 60, ya resultó imposible mantener la estructura confederal, pararrayos que suponía la condena a muerte, la tortura y decenas años de prisión para los militantes. Así, dispersos, en grupos de afinidad o en sectores concretos, participaron en la creación de algunos núcleos de comisiones obreras, además de sostener la acción de los últimos guerrilleros. De modo que cuando, en los años previos a la muerte del dictador, las luchas sociales estallan, los núcleos dispersos se lanzan a reorganizarse.
El renacimiento se basa, de nuevo, en la acción integral. Así, en enero de 1976, el <> (J. Gómez Casas, El relanzamiento de la CNT. Editorial CNT, Madrid, 1984.)
En Catalunya, según Luis Edo, uno de los protagonistas de la reconstrucción, ya en la Asamblea de 29 de febrero de 1976, “se procedió a organizar por sectores de actividad a todos los que lo manifestaron, aunque también se aceptaron las agrupaciones por barrios para jóvenes, estudiantes, etc.” http://revistapolemica.wordpress.com/2012/12/28/la-reconstruccion-de-la-cnt/ Y, sin embargo, como afirma nuestra hipótesis, muy pronto, la forma de organización sectorial se impuso sobre las otras formas organizativas.
Pero, contra la esencia del anarcosindicalismo se perdieron los sindicatos únicos integrales. Y, cuando la ruptura separó dos percepciones, la postura más ideológica (que, legitimada por el sector mayoritario del exilio, empeñado en no rendir cuentas, llevó una actitud violenta adentro de CNT), se concentró en CNT-AIT -aunque últimamente parecen recuperar el sindicalismo- la más sindical concluimos en CGT.
La primera asumía la organización sectorial, a pesar de su nulo contacto con las cuestiones laborales, en una situación totalmente marginal. La segunda hizo de las elecciones sindicales su razón de ser, en una situación cuasi-marginal, pues, a las dificultades de la dinámica institucional que privilegia absolutamente a los sindicatos del régimen, se añade la ruptura con posiciones clave del anarcosindicalismo.
Se evitó “aprovechar las oportunidades” del régimen, que algunas personas militantes, incluso creyendo lealmente que beneficiaban a la organización, propugnaron. Se evitó, p.e., en Catalunya ser marioneta de CiU y sus aledaños, lo que no estuvo lejos de ocurrir, a lo menos en el Congreso de Lleida y la posterior Conferencia Sindical. Se evitó ser una caricatura de la estructura de los sindicatos del régimen, CCOO y UGT. Aunque se avanzó bastante por esas vías. Pero el precio a pagar fue la desconexión entre propuestas organizativas congresuales y dinámicas prácticas, encauzadas éstas por el marco legal e institucional, de modo que, por ejemplo, la intención de “vaciar de contenido” los comités, quedó en mera declaración platónica. Mientras, las estructuras federales y confederales, se lanzaban de lleno a la competición electoral y a la dinámica delegacionista.
El esquema, en efecto, tiene importantes parecidos con los sindicatos del régimen. Pues intercambia la gestión de reclamaciones individuales y de algunos conflictos de empresa o de pequeños grupos por el voto en las elecciones sindicales. La participación en convenios colectivos, por los pobres resultados electorales, es escasa. La defensa en las cuestiones que afectan a toda la clase es pobre (p.e. en temas de pactos sociales o tratados económicos internacionales). Se mantiene, en definitiva, un perfil bajo en la defensa de los intereses colectivos directamente enfrentados al proyecto de poder de las plutocracias.
Los sindicatos del régimen por su estructura, su situación y sus compromisos, sirven al poder establecido en las grandes cuestiones. Los ingentes recursos públicos y privados que perciben son insuficientes para su modelo hiperprofesionalizado, al borde del precipicio económico y ético. El poder efectivo y las oportunidades de corrupción, claro, se acumulan en la cúpula. Las instituciones los benefician frente a sus alternativas y los medios de comunicación aceptan que la corrupción es cosa de los corruptos no del proyecto y del modelo. Así pues filtros de acción acordes a las prioridades del poder establecido y selección de dirigentes con perfiles corruptibles y sumisos al poder, permiten obtener importantes ventajas estratégicas.
En el caso de la CGT, el problema es, junto a nuestra propia marginalidad, la dinámica del modelo legal e institucional en el que nos hemos situado, en el que tenemos las de perder, pero al que nos hemos acomodado. Por supuesto el profundo déficit de conciencia de clase posibilita esas dinámicas. Por todo ello hemos aceptado sin buscar activamente, sino en muy escasa medida, los antídotos precisos frente a esas dinámicas perversas.
Muy poco frente a las desventajas que implica el modelo para la clase trabajadora, y naturalmente para nuestro proyecto, en tanto que opuesto al de las élites del poder establecido, y a la marginación impuesta en beneficio de, y por parte de, los sindicatos del régimen.
4. Acción colectiva, acción sindical y acción social o cuando las clases y las masas dejan de serlo
El régimen, desvía a la ciudadanía de la gestión de sus asuntos mediante el señuelo del gobierno representativo, que fraudulentamente presentan como democracia. Los arquitectos del régimen lo confiesan. De Madison, el constitucionalista estadounidense del siglo XVIII, y su “minoría que debemos proteger”, a Churchill y su “que gobiernen el mundo los que lo poseen”. Más que teoría es el proyecto del régimen. En 2012 el senador independiente Bernie Sanders declara ante el Senado USA, “la Suprema Corte (dice) a los multimillonarios: ‘ustedes son dueños y controlan la economía,… Ahora, por un muy pequeño porcentaje de su riqueza, les vamos a dar la oportunidad de ser (mucho más) dueños del gobierno de Estados Unidos’”. Y usan el gobierno como procede, destruyendo la (peligrosa) esperanza de la gran mayoría. Ver http://www.google.es/url?url=http://www.jornada.unam.mx/2012/07/30/opinion/031o1mun&rct=j&frm=1&q=&esrc=s&sa=U&ei=MNBzVdmgAojbUbqHgeAG&ved=0CBQQFjAA&usg=AFQjCNHsRzgBKllU2RnX2kOS91f0Jk06-g
El régimen está ahormado, pues, para que el dinero dicte la “realidad social”. La movilización masiva podría crear otra realidad. Pero disgusta a los “políticos” pues atenta contra su elevada posición y la gente entiende que los elige para arreglar sus problemas sin las molestias y los costes, a menudo considerables, de la movilización. La dinámica institucional encarrila, pues, al pueblo y a sus “representantes”, incluso cuando son ingenuos (que es cuando son más peligrosos), de modo que la cosa va de la ilusión a la decepción, y vuelta a empezar.
La autogestión, o política directa de los afectados, es la estrategia menos costosa para impedir la apropiación por los plutócratas de todo el poder y los recursos. Pero, naturalmente la plutocracia impide a los trabajadores percibir la potencia de su autoorganización. Lo que es una de las claves de su dominación. La dinámica institucional hace, por ejemplo, que los sindicatos dependan de subvenciones y/o patronales, o los convierte en una suerte de organización mafiosa. Los recursos los intercambian los “representantes” por adhesiones y “representatividad” y viceversa.
Es evidente que la clase trabajadora, en cuanto tal, tiene un interés opuesto a los plutócratas. Cualquier aumento de su fuerza negociadora o de los recursos que percibe, disminuye lo que se le exprime, o sustituye poder por autogestión organizada. Por ende, “el problema o cuestión social” es el interés de la clase trabajadora opuesto a la plutocracia. El sindicato integral como organización del conocimiento y de la lucha permite al pueblo hacerse cargo de su destino.
Pero, las luchas de la década de los 30, la posguerra y la guerra fría propiciaron, de principios de los 50 a mediados de los 70, cierto bienestar para la mayoría gestionado por el Estado a cambio de paz social. Sólo en Alemania se toleró cierta cogestión. Autogestión en ningún sitio. Se sustituyó la aspiración democrática por la de estatus y consumo, y una conciencia de clase media, para profesionales cualificados y administrativos, pero a la que aspiraban todos. En éstas, el régimen soviético, que había colaborado en destruir cualquier oposición que no fuera la suya, primero se agrieta, y luego se hunde. Quiebra el sistema, no su élite de poder, la nomenklatura, que se refuerza transformada en plutocracia a imagen de sus antiguos rivales. Allí, como en todas partes, es más importante el proyecto que el sistema.
Y cuando, a partir de los 70, la plutocracia global libra ¬su guerra por el poder y el privilegio, los sindicatos, los trabajadores, –por dinámica burocrática y falta de conciencia- no luchan. Los partidos bloquean las alternativas. Una guerra de un solo bando, que excluye a la mayoría de las decisiones colectivas y, por consiguiente, del bienestar como derecho de ciudadanía.
Llegados aquí, se plantea ¿cómo recuperar el sindicato integral como expresión dinámica de la conciencia de clase? de la autonomía como clase cuyo método es la autogestión. Seguí nos lo dijo, el Sindicato Único es la “expresión superior de la personalidad del proletariado”, lo que el Congreso de Sants ratificó, como objetivo, “hacer prevalecer la personalidad del proletariado”. El proyecto anarcosindicalista necesita construir ese instrumento con arreglo a las condiciones y dinámicas actuales.
El propio Seguí, en efecto, en su testamento político y vital, una novelita de 50 páginas, “Escuela de rebeldía”, publicada después de su muerte, da las claves. En ella las injusticias convierten a un joven hedonista en destacado militante, asesinado por pistoleros (Seguí es asesinado en 1923 con 33 años) durante las luchas traicionadas por los partidos republicanos y nacionalistas catalanes. http://www.cgtclh.org/ESCUELA%20DE%20REBELD%C3%8DA%201.pdf
No es una autobiografía (aunque tiene elementos autobiográficos e incluso proféticos) son las ideas de Seguí, dado que “no se llega a la justicia por la fuerza… y el mundo pudiendo ser un paraíso es una jaula de fieras ¿cuál es la actitud, la palabra que despierte la nobleza, la abnegación, la generosidad?”. Y responde “Esa literatura sentimental y ramplona … para adular a la multitud, atribuyéndole todas las virtudes, las abnegaciones, los instintos generosos… resulta contraproducente. A los trabajadores hay que decirles la verdad, poner de manifiesto su ignorancia;… se necesita un esfuerzo y una perseverancia de que carecemos”.
“’Pero ¿y el presente?’… Las grandes luchas se promueven por grandes ideales; el presente es consecuencia del pasado… que engendra el porvenir lanzando a la tierra buena semilla”. Respuestas al régimen de poder del dinero cuyas injusticias son la auténtica escuela de rebeldía.
Una acción colectiva que cambie el régimen social sólo puede ser integral, nucleada por la acción de militantes ejemplares, que difunde emociones e ideales de perseverancia, verdad, realismo y educación racionalista, para el libre desarrollo de las propias potencialidades. Sin esas premisas, el “cerebro… es un calabozo… en el que está encadenada (la) razón”.
5.- El anarcosindicalismo y los movimientos sociales aquí y ahora
Sidney Tarrow, autor de referencia en este tema, define los movimientos sociales a partir del “enfrentamiento” de las “multitudes… de la gente de a pie” con “autoridades, élites y antagonistas”. Rebelión de las masas que diría Ortega. Véase el inicio de la introducción en https://www.google.es/url?url=https://derechoalaciudadflacso.files.wordpress.com/2014/01/sidey-tarrow-el-poder-en-movimiento-los-movimientos-sociales-la-accion-colectiva-y-la-politica.pdf&rct=j&frm=1&q=&esrc=s&sa=U&ei=W_eEVanoJMeuU5yjjsAG&ved=0CBYQFjAA&usg=AFQjCNGOzScjcmJ7PHJIZzSrwYhi8XKa8Q
Los movimientos sociales son la organización que hay en la base de esos “enfrentamientos”, “crear, coordinar y mantener esa interacción”, sería su función.
Pero la literatura sociológica contiene una paradoja. Así Tarrow, -p. 18-, toma como dato que el “pueblo llano… en general acepta su destino o se alza tímidamente”, y estudia la cuestión de por qué se alza decididamente, en ocasiones. Sin embargo se olvida tomar como punto de partida lo evidente, que el pueblo actúa de modo atomizado porque así se lo imponen las élites para afianzar su poder.
Pues, mientras, por un lado, 1) “los «ganadores» defienden colectivamente sus posiciones… la descolectivización de la acción afecta a los asalariados de base…”. A los que se impone mediante 2) “la individualización extrema de la gestión de la mano de obra, (para) romper los colectivos de trabajo—. (y) Convertir al asalariado en «emprendedor de sí mismo», “reducido a la impotencia.”; 3) “El aplastante dominio burocrático de lo «social»” que impide la autogestión; 4) “el consumismo de masa, como compensación psíquica o signo de prestigio”; 5) la represión de la solidaridad popular. (C.Laval y P.Dardot, “Común”, Gedisa, p. 20).
El instrumento 2 es propio del modelo neoliberal, que comparte los 2 siguientes con el modelo consumista o del bienestar, el 1 y el 5 son comunes a todos los regímenes de dominación.
Para el marxismo se debe a los “intelectuales burgueses… la comprensión del movimiento histórico”, esta posición es compartida desde el Manifiesto Comunista a Lenin, para el cual la conciencia de la clase trabajadora le es introducida desde fuera por los intelectuales, y a Gramsci, para el que el partido / “intelectual orgánico” engrana esa conciencia externa con la clase obrera. ¡No extrañe, pues, la salida del tipógrafo Paulino Iglesias! Del mismo modo el elitismo liberal doctrinario ve en los movimientos sociales, no un sentido de justicia popular, sino eventos externos.
Así Tarrow señala los siguientes rasgos e hitos de los movimientos sociales, a saber: 1) el desafío colectivo (desde hacer huelga a interrumpir el tráfico, bloquear una cumbre internacional o impedir un desahucio); 2) los objetivos comunes; 3) la solidaridad; 4) el intercambio continuado con los poderes públicos y élites de poder. Claro que, aunque los analistas no lo tengan en cuenta, no solo el poder establecido, las élites de poder y las clases que concentran el poder, tienen intereses y proyectos personales y sociales. Otros sectores, y más lo que podemos llamar clases, o incluso el conjunto de una ciudadanía, también los tienen o pueden tenerlos. Y cuanto más aumente la conciencia de clase o la convicción de la opinión pública en cuanto al bien común más factible será imponerse al poder establecido. Y, en último término, cambiar las instituciones. Por consiguiente, los objetivos y las acciones concretas son una gran palanca para la conciencia de clase. Pero la lucha y la hegemonía ideológica, es decir la conciencia, son la clave.
La plutocracia cambia las dinámicas para cambiar las mentalidades. Sabe que ante la “cuestión social” como desafío unificado, perdería su hegemonía, o debería hacer concesiones en sus privilegios. Introduce así barrios dormitorio y sindicatos burocratizados y jerarquizados, que alejan a las clases trabajadoras de participar en los temas claves; subcontratas, para introducir la división en las empresas y en los centros de trabajo, la precariedad, el teleempleo o las normas internacionales que globalizan la competencia desleal, y enfrentan a unos trabajadores con otros, a unos ordenamientos jurídicos con otros. El objetivo es minar la conciencia trabajadora y ciudadana, aislando a cada una en su pequeño mundo. Tal como la CNT de los sindicatos únicos, hay que recuperar la conciencia popular y de clase. Enfocar las injusticias como “escuela de rebeldía” y unificar las luchas como condición de posibilidad del cambio social.  
El X Congreso de la CGT de Catalunya, planteó rigurosamente la cuestión, “consecuentes con nuestra historia, debemos derribar toda separación del barrio, pueblo o ciudad y participar de su vida… Si queremos evitar nuevos recortes y recuperar derechos perdidos hemos de unirnos con otros sectores en lucha… además, colaborar con los movimientos sociales hace que personas… con experiencia de lucha desde la base se acerquen al sindicato… que ha de participar (como un movimiento social más) entre iguales evitando toda arrogancia.”
Introdujo, además, un elemento orgánico “Las federaciones territoriales, sectoriales y sindicatos promoverán secretarías de acción social… que pueda/n disponer de un grupo de trabajo… Estos grupos ayudarán a organizar actos en los locales de la CGT para promover los valores de la organización y profundizar el debate político.” 
El acuerdo congresual va siendo desarrollado hasta ahora muy lentamente. Este no es, sin embargo, un acuerdo más. Es esencial para recuperar la conciencia de la clase trabajadora y, a fortiori, la fortaleza de nuestros sindicatos. Para ello debemos poner el proyecto anarcosindicalista a la altura de los tiempos que vivimos partiendo de las pautas de organización que nos ha trazado la tradición.
Pero ha llegado el momento de ir, conforme al espíritu del acuerdo congresual, un paso más allá. No sólo de promover, si no incluso de acoger y prestar toda nuestra colaboración, con la prudencia necesarias, iniciativas de grupos y movimientos sociales que no necesariamente han de formar parte de la organización, a los que proporcionar los recursos del Sindicato, incluido el acceso a los afiliados. De este modo podremos investigar nuevas hipótesis y ensayar nuevas iniciativas para el cambio social, tanto por lo que respecta a los valores como a las instituciones. Condición, a mi parecer, no solo necesaria, si no, incluso, imprescindible, para hacer avanzar la organización hacia las metas cuyo proyecto encarna.
Autor: Miguel Carpio
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